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ISSN 1989-4163

NUMERO 02 - MAYO 2009

Las Vidas Parale(er)las

Luis Arturo Hernández

                   GLOSAS JAVIERMINENSES o LAS VIDAS PARALE(ER)LAS      
                    (Vidas paralelas, de Javier Mina, Barcelona, Belacqua, 2008.)

   Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera, afirmaba en el decálogo de su ya clásico Por qué leer los clásicos Italo Calvino. Y, tal vez porque Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir, Javier Mina acomete en Vidas paralelas la tarea de exponer su canon comparativo en un ensayo que, las más de las veces, agrupa en tríadas –por seguir la progresión aritmética-el juego a pares de paralelismos y antítesis en el sistema de nuestra literatura occidental.

   Y, a pesar de no responder a la intención de chequear sistemáticamente el corpus de la literatura europea, el filón que Mina encuentra, en este viaje por el espacio y el tiempo -–El viaje sobre el tiempo, por invocar a Carlos García Gual, autor del prólogo a la obra-, ofrece cuatro grandes vetas: las dicotomías entre la literatura deshumanizada y la pasión por la vida; entre la moral y el inmoralismo, luego; entre la luz y las sombras, después; hasta desembocar finalmente en la dualidad constituida por el amor y la libertad en tres clásicos españoles y sus eventuales correlatos extranjeros, pues no en balde Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos, pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce en seguida su lugar en la genealogía (Italo Calvino dixit).

     BUSCAR LAS SIETE DIFERENCIAS o  ADIVINA EN QUÉ SE PARECEN…

   Así pues, la vida como la pasión inútil padecida por tres escritores judíos -topos en la Europa de la II Guerra Mundial- contrasta con la literatura o el arte por el arte de sendos artistas anglosajones y, en la labor de sorprender ocultos parentescos desconocidos entre algunos clásicos y otros que no lo son tanto –todo clásico es una construcción cultural, afirma Coetzee en “¿Qué es un clásico?”-, en un lento regreso al pasado coteja la Moral con las moralidades –o éticas- del siglo XVIII: entre el relativismo del Caulfield de El guardián entre el centeno y los valores absolutos de Werther; entre el libertino sobrino de Rameau de Diderot y la integridad ética del sobrino de Wittgenstein de Bernhard etc.

     MIN(I)ATURAS o ILUMINACIONES EN LA SOMBRA

   Y, a la sombra del siglo de las Luces, aborda Mina un cuadrilátero de ensayos en los que pugnan la lucidez y las tinieblas en un combate prolongado del Medievo hasta hoy desembocando, en el juego de las luces y sombras del cine, en el sensacional programa doble de dos hombres y un destino común –hambre y muerte en MacCourt vs. hembra y vida en Cabrera Infante-, e ilumina su cultivado glosario, sin afectación, con fina ironía y com/pasión hacia el ser humano, insertando miniaturas –minaturas- que reencuentran en la imagen el étimo de ‘imaginación’, todo ello bajo epígrafes que apelan al discurso de las ciencias y las letras o al del cine.

     LAS AFINIDADES (S)ELECTIVAS o VÍ(D)AS PARALELAS
 
  Desemboca Mina, en las últimas estaciones de estas Ví(d)as paralelas, en los ensayos más enjundiosos, a la vez que más extensos, del amor y el odio, de las filias y las fobias en varios clásicos españoles, agrupados por obra y gracia de sus afinidades (s)electivas. 
Así, desde las divergentes vidas de mujer de vía estrecha en la negra provincia de Clarín y Flaubert, unidas en virtud –y defecto- del adulterio –verticalidad de Ana, la Regenta, vs. horizontalidad de Emma Bovary , inscritas entre los ejes de abscisas y ordenadas del sistema de coordenadas decimonónicas- y convergentes en el horizonte de expectativas del lector, Mina se zambulle en el magma dramático del Siglo de Oro, siguiendo por ese laberinto del Poder y las apariencias el hilo del libre albedrío de sendos hijos sin hijos –Hamlet y el Segismundo de La vida es sueño-, para desembarcar en la convergencia de la amistad entre don Quijote y Sancho, reunidos en torno al motivo del vino, así como en la divergencia en la esencia del amor entre el nocturno Romeo y la luminosa Julieta, entre las apariencias y el Poder barrocos.

   Y, como una viñeta de época, el cotejo entre el Estebanillo González y la vagabunda Coraje de Grimmelshausen nos remite al motivo de la guerra en Centroeuropa –la de los 30 años, del s. XVII-, como una breve puesta en abismo de aquella serie relativa a la II Guerra Mundial con que se abría el libro y cuyas estampas miniadas –o esbozadas a la morisca- eran el cronotopo de la narración primigenia: identificación del tiempo real y el narrado en el Quijote y peripecias de la transmisión narrativa en el Lazarillo, historia y viaje que prefiguraban en embrión –a escala y en miniatura-, con las idas y venidas de sus vidas y los dimes y diretes de sus dramas, el sistema de coordenadas de la Geografía e Historia de España en que acabarían inscribiéndose al fin las últimas “vidas paralelas”.

     CÓMO LEER Y POR QUÉ LEER LOS CLÁSICOS

   Y sirva este epígrafe, híbrido de Calvino y Bloom, para condensar el contenido de esta enciclopédica miscelánea que recuerda, por su amenidad expositiva, la oportunidad de las citas engastadas en la exégesis y lo ponderado de sus juicios, a esos grandes ensayos divulgativos de Alberto Manguel, probándonos el autor con sus Vidas paralelas que los clásicos son veneros inagotables, pues como afirma Emili Teixidor, glosando a Coetzee, en La lectura y la vida, “un clásico no sólo sobrevive a la peor barbarie, sino también a la interrogación constante de los críticos, a la lectura constante de las generaciones”.
Vidas Parale(er)las
 

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